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Agitación infantil: hacia una perspectiva comparativa (Francia, Chile, Brasil)

En las últimas décadas, la agitación, las dificultades de aprendizaje y los trastornos de conducta se han convertido en los principales problemas de salud mental identificados en los niños. Este fenómeno y sus consecuencias sociales, educativas y sanitarias a corto y largo plazo han adquirido una gran relevancia social. Al mismo tiempo, ha dado lugar a un animado debate público en varias sociedades: estos problemas se diagnostican cada vez más, pero su definición y tratamiento son controvertidos, al igual que su regulación. Los diferentes enfoques científicos y profesionales chocan, poniendo en tela de juicio las prácticas de tratamiento, en particular el uso de medicamentos, desde el punto de vista de su eficacia pero también del respeto de los derechos; al mismo tiempo, a veces los profanos sospechan que se trata de falsos trastornos.

Aunque el fenómeno se observa a nivel mundial, afecta a las sociedades de forma diferente desde el punto de vista epidemiológico. Sudamérica es la región del mundo con mayor prevalencia de «trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad» (TDAH). Por ejemplo, en Chile, la prevalencia del TDAH en niños de 4 a 11 años es tres veces superior a la media mundial (16% frente al 5%). Brasil ocupó el segundo lugar en cuanto a consumo de psicoestimulantes entre los niños en 2010, según el Instituto Brasileño de Defensa del Consumidor de Drogas. El aumento del consumo de metilfenidato en los últimos años fue el impulso para el «Foro sobre la medicalización de la educación y la sociedad» en noviembre de 2010, que pretende hacer frente al fenómeno de la medicalización y movilizar a la sociedad para criticar la medicalización del aprendizaje y el comportamiento. Una de las consecuencias de esta movilización fue la publicación por parte del Ministerio de Sanidad de unas recomendaciones para evitar la excesiva medicalización de niños y adolescentes en 2015. Aunque en los países europeos la prevalencia del trastorno es menor, allí se debate tanto como en algunos países sudamericanos. En países como Francia y Suecia, están fuertemente ligados a las polémicas sobre la medicalización del comportamiento de los niños, un debate que moviliza a familias, profesionales, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil.

La presencia de estos debates y controversias en diferentes contextos sociales y económicos -países desarrollados con un Estado fuerte y una sólida red de protección social, como Francia o Suecia; países en desarrollo con profundas desigualdades y una gran población en situación de vulnerabilidad, como Brasil y Chile- ilustra cómo la globalización, entendida como la circulación de categorías, tecnologías, prácticas y políticas, influye en la producción de problemas sociales y sanitarios y en su regulación. De hecho, la ampliación y diversificación de los servicios de salud mental para niños ha producido nuevas relaciones entre los centros de salud y las escuelas, entre los padres y los profesionales, y entre los cuidadores y los trabajadores sociales. Estas transformaciones se inscriben en varios procesos, como el cambio de visión sobre el fracaso escolar, que se considera cada vez más como consecuencia de trastornos psicológicos o del desarrollo, o el énfasis puesto en la importancia del desarrollo emocional y psicológico del niño, en relación con la creciente demanda de autonomía y adaptabilidad en muchos sectores de la vida social y profesional.

Sin embargo, los significados atribuidos a los temas y los usos de las categorías dependen siempre de sus recepciones locales, adquiriendo una pluralidad de significados ligados a un sistema singular de creencias, ideas, valores y normas sociales que configuran la forma en que se percibe, experimenta, califica y trata el malestar infantil. Los diferentes estilos de crianza y sistemas educativos, la formación de los profesionales de la salud, el papel de los medios de comunicación y la sociedad civil influyen en la atención a los comportamientos y síntomas de los niños, la aceptación cultural o las actitudes sociales hacia los diagnósticos y las prácticas sanitarias (por ejemplo, el uso de estimulantes como el metilfenidato o las prácticas de contención de la agitación en las escuelas o las familias).

Desde 2014, diferentes equipos de científicos sociales (sociólogos, antropólogos, psicólogos) de varios países europeos y latinoamericanos han realizado investigaciones convergentes (Equipo SAGE, Lapsos, LICCHS…). Se han llevado a cabo investigaciones empíricas en diferentes contextos locales (París y Lille en Francia, Estocolmo en Suecia, Santos y Campinas en Brasil, Santiago en Chile) sobre la atención a niños con problemas de agitación o incluso con trastornos cuya calificación es controvertida (hiperactividad, hipercinesia, trastornos del comportamiento, TDAH…). La investigación francesa se financió en parte en el marco de una convocatoria de proyectos del Iresp (SAGE).

La red «Niños inquietos, viajes inquietos» quiere ahora desarrollar una perspectiva comparativa en torno a cuatro líneas de interrogación:

Análisis de las políticas públicas, de las configuraciones de la oferta profesional (sanidad, educación, protección social) y de la normativa institucional y legal.


Enfoque etnográfico en instituciones sanitarias y educativas.


Reconstrucción y análisis de las trayectorias de los niños considerados como agitados.


Reflexión sobre cuestiones metodológicas